viernes, 14 de diciembre de 2018

VESTIR EL PASILLO

Banco de guardado

Reciclado de piano



Por fin tengo uno!
Siempre me decía que un banco con cajones  era el mueble ideal para este pasillo ancho de casa.
Los veía en Internet y pensaba qué útiles son, sobre todo para las que necesitamos muchos espacios de guardado.
Hasta que esta pieza de madera llegó a mis manos.



Oscura, con pedazos faltantes, pero madera madera, y con la medida justa para transformarse en el respaldo de mi banco de guardado. Es el frontal de un piano vertical, que ya no admitía más reparaciones. 
Mientras el carpintero me fabricaba la cajonera, le metí mano.



Limpiar, decapar, lijar, para sacar todo ese lustre oscuro y brilloso.



Cuando llegó la cajonera, presentarlos para ver cómo quedaba el conjunto.



Fabricar las molduras que adornarían los cajones, y teñirlos para igualar el color de base.



Luego, el color de base, un verdeamarillentomarroncito, jajajaj, mezcla de pinturas hasta que salió un color que me gustó.



Pincel seco en las molduras.



Blanco roto a todo el banco, lija para desgastar, y barniz satinado al agua.



Almohadones.




¿Dije ya que me encanta?
En breve pienso cambiar los almohadones, es un proyecto de bordado que tengo en mente... pero por ahora lo dejamos así, te parece?
Como siempre, gracias por pasar, acercate siempre que quieras, estás en tu casa!
Besos mil!!!




viernes, 7 de diciembre de 2018

CON 36º Y EL VENTILADOR ROTO

Porta macetas reciclando reja de ventilador

Macramé





Esta era la reja de un turboventilador, que duró muchísimos años en casa.



Cuando dejó de andar y no tuvo arreglo, me dio lástima tirarla.
La vi tan entera, tan fuerte, brillando aunque ya no funcionara más la parte vital del aparato.
Así y todo estuvo meses dando vueltas por el patio, de acá para allá, y no me decidía a hacer algo con ella.


Se empezó a oxidar, y finalmente, una mañana de verano súper calurosa, agarré tela esmeril, cepillo de alambre, un montón de coraje, y a pesar del calor intenso lijé y lijé.
Con el cepillo de alambre terminé de sacar todo el óxido incrustado en los recovecos, la limpié con un trapo humedecido en aguarrás y luego, dos manos de fondo en aerosol y dos manos de pintura en aerosol, por supuesto blanca.




Desempolvé un carrete de hilo de algodón grueso que encontré escondido entre los tarros de pintura,  y retrocedí treinta años ¡treinta ya!! al tiempo en que el macramé se usaba para todo.




Medir, calcular, cortar, anudar....
Una vuelta a la derecha, un nudo para el otro lado. Recuperando saberes casi olvidados, esos nudos sencillos que forman espirales infinitos.


Intercalé una cuenta de madera que apareció en la caja de los "puede servir para algo", seguí tejiendo, anudando, recordando la técnica aprendida.
Metros y metros de nudos, como años engarzados, llevados, vividos.



Creciendo y creciendo, las cuatro tiras del portamacetas. ¿Y qué otra cosa podría imaginar esta cabeza jardinera, que un portamacetas colgante?
Así quedó, cobijo y casa para las plantitas de sombra luminosa.




Y no te creas que esto se terminó, eran dos rejas, por lo que salieron dos porta macetas.
El primero con cuentas de madera.

Y este, sin cuentas porque se me acabaron.




Con el solcito ...



Y esta foto que me encanta, porque salió la Ceropegia, a la derecha, y me fascinan sus hojas en forma de corazón.



Creo que los reciclados que más disfruto son los que hago en el jardín, y para mis plantas. No me imagino viviendo en una casa sin patio, sin un pedacito de verde.
Agradezco todos los días poder disfrutar de este rincón.
Y agradezco que pases y me comentes, besos mil!!!!!!!


lunes, 26 de noviembre de 2018

Mi sueño

Recuperación de aparador de roble

Pátina blanca a la cera


Siempre soñé con un aparador de roble, como los que había en la primera casa en que viví.
Recuerdo tan vivamente los muebles de esa casa humilde, en especial el aparador de roble en que mi mamá guardaba toda su vajilla. Las tacitas de té con su interior dorado, las simpáticas copas de licor con diminutas flores pintadas, el juego de platos de loza inglesa color mantea con bordes dorados y el craquelado característico...
Cuando  nos mudamos a otra casa, esos muebles no vinieron con nosotros.
Pero el recuerdo se vino conmigo.
Y el anhelo.
Por eso cuando lo vi, supe que tenía que tenerlo.
No es un mueble fino, ni llamativamente hermoso.
Pero es exactamente como lo anhelaba.


De roble, viejito, baqueteado, usado hasta el desgaste, pero perfecto para mí.
Reposó en un rincón de casa mucho tiempo, mientras otras piezas eran recicladas, mimadas, pintadas.
Él tuvo paciencia y esperó su día.



Y llegó y todo fue una limpieza tras otra, porque su estado era bastante lamentable.



Y lija y lija, y decapante, y luego más lija. Cepillo de alambre para abrir las vetas, y una lucha mental entre dejarlo a madera natural, o darle esa pátina blanca que tanto me gustaba.



El tema se decidió por sí solo, ya que la alzada no era en realidad parte de este aparador. Al sacarle las capas de mugre y barnices se notaba la diferencia en las maderas.
Entonces, fue pátina blanca.



Por fuera y por dentro también.



Un retazo de lienzo con estampado en rojo antiguo, herrajes nuevos, y mis tazas y copas y platos ya tienen casa nueva.



Me encantan los cajones curvos, y el mármol rosa Verona, que milagrosamente está impecable.



Las puertas de la alzada, con los vidrios partidos tipo vitreaux.



Todo el frente es ligeramente curvo. Me encanta.






La pátina es solamente cera común incolora, mezclada con óleo blanco. Se pasa con un pincel de cerdas duras, se deja secar y se saca brillo con un paño de algodón.




Disfruté recuperando este mueble, y  lo disfruto cada día, tan suave al tacto, tan blanco, tan mío!
Tan deseado, quizás porque a través de él, evoco los días de la infancia esa casa pobre, en ese barrio tranquilo donde no pasaban autos por la calle. La calle Florida. ¿Qué lindo nombre para una calle, verdad?
Ahora me voy a terminar unos trabajitos atrasados, besos mil!!!