domingo, 12 de mayo de 2019

UN JARDÍN PARA INÉS



Aprendiendo a bordar.




Tengo una hermana, se llama Inés. La quiero muchísimo, y aunque vivimos un poquito lejos, estamos siempre en contacto. Sé que puedo contar con ella siempre.
Según nuestros hijos nos parecemos bastante, a las dos nos gusta trabajar con las manos, compartimos la afición por la decoración, las manualidades, las cosas lindas...

Y yo quería hacerle un regalo. 
Quería regalarle flores que nunca se marchiten, un césped que no se seque en el invierno.
Llenar sus manos  de rosas de colores suaves, regalarle la exuberancia de las hortensias, el aroma del eneldo, los colores alegres de los ásteres, que son como pequeñas estrellas en la tierra.
Quería regalarle un jardín que estuviese todo el año en flor. Con mariposas revoloteando entre las matas de lavanda perfumada, y algún caracol amigable que no se coma los brotes tiernos.
Un jardín que pudiera llevar consigo, que le alegre las mañanas, que la acompañe en sus compras.
Un jardín que le recuerde a esta hermana que la quiere tanto.



Y salió este diseño, que copié y adapté de una revista francesa. 
Que se transformó en un bolso.
No es el gran bordado, ni el bolso más logrado (es el primer bolso que hago) pero tiene tanto amor,  a falta de perfección; cada puntada está llena de tantos buenos deseos, de todo lo positivo que quiero para esta mujer maravillosa, que bien vale el intento, me parece.



Y voy a seguir bordando, recuperando este saber olvidado durante mucho tiempo. Porque mientras las manos trabajan, mientras los hilos y la aguja dibujan y llenan de colores la tela, el corazón canta.



Buena semana, volvé cuando quieras, esta es tu casa y me llena de alegría que me visites!
¡Besos mil!!!